jueves, 4 de diciembre de 2008

DESCARTES


René Descartes (1596-1650)

Biografía

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la Turena francesa. Pertenecía a una familia de la baja nobleza, siendo su padre, Consejero en el Parlamento de Bretaña. La temprana muerte de su madre, pocos meses después de su nacimiento, le llevará a ser criado en casa de su abuela materna, a cargo de una nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, tanto en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas del colegio le decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar un verdadero saber.
Esta muestra de escepticismo, que Descartes presenta como un rasgo personal es, sin embargo, una característica del pensamiento de finales del siglo XVI y principios del XVII, en los que el pirronismo ejerció una notable influencia. Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder encontrar en ellas el verdadero saber:
Después de sus estudios opta, pues, por la carrera de las armas y se enrola en 1618, en Holanda, en las tropas de Maurice de Nassau, príncipe de Orange. Allí conocerá a un joven científico, Isaac Beeckman, para quien escribe pequeños trabajos de física, como "Sobre la presión del agua en un vaso" y "Sobre la caída de una piedra en el vacío", así como un compendio de música. Durante varios años mantienen una intensa y estrecha amistad, ejerciendo Beeckman una influencia decisiva sobre Descartes, sobre todo en la concepción de una física matemática, en la que había sido instruido por Beeckman. Continúa posteriormente sus investigaciones en geometría, álgebra y mecánica, orientado hacia la búsqueda de un método "científico" y universal.
En 1619 abandona Holanda y se instala en Dinamarca, y luego en Alemania, asistiendo a la coronación del emperador Fernando en Frankfurt. Se enrola entonces en el ejército del duque Maximiliano de Baviera. Acuartelado cerca de Baviera durante el invierno, pasa su tiempo en una habitación calentada por una estufa, donde elabora su método, fusión de procedimientos lógicos, geométricos y algebraicos. De esa época será la concepción de la posibilidad de una matemática universal (la idea de una ciencia universal, de un verdadero saber) y se promete emplearla en renovar toda la ciencia y toda la filosofía.
La noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños sucesivos que interpreta como un mensaje del cielo para consagrarse a su misión filosófica. La importancia que concede Descartes a estos sueños choca con las características que se le atribuyen ordinariamente a su sistema (racionalismo), pero según el mismo Descartes nos relata, estarían en la base de su determinación de dedicarse a la filosofía, y contendrían ya la idea de la posibilidad de fundamentar con certeza el conocimiento y, con ello, reconstruir el edificio del saber sobre cimientos firmes y seguros. Habiéndose dotado con su método de una moral provisional, renuncia a su carrera en el ejército. De 1620 a 1628 viaja a través de Europa, residiendo en París entre los años 1625-28, dedicando su tiempo a las relaciones sociales y al estudio, entablando amistad con el cardenal Bérulle, quien le animará a desarrollar sus teorías en afinidad con el catolicismo. Durante este período se ejercita en su método, se libera de los prejuicios, acumula experiencias y elabora múltiples trabajos descubriendo especialmente en 1626 la ley de refracción de los rayos luminosos. También en esta época redacta las "Reglas para la dirección del espíritu", obra inacabada que expone lo esencial de su método.
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años, cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica. Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que serían posteriormente las "Meditaciones metafísicas", según algunos estudiosos del cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la fecha como para que Descartes estuvisese ya en posesión de su metafísica.
Interrumpe la elaboración de dicho tratado para escribir en 1629 un "Tratado del mundo y de la luz" que acaba en 1633 y que contiene su física, de caracter mecanicista. Pero, habiendo conocido por azar la condena de Galileo por haber sostenido el movimiento de la tierra (que también sostenía Descartes), renuncia a publicar su trabajo. Por una parte no quiere enfrentarse con la Iglesia a la cual está sometido por la fe. Por otra, piensa que el conflicto entre la ciencia y la religión es un malentendido. En fin, espera que un día el mundo comprenderá y que podrá editar su libro. Este "miedo" de Descartes ante la condena de Galileo ha llevado a algunos estudiosos a buscar en su obra un significado "oculto", llegando a interpretar la demostración de la existencia de Dios que realiza en las Meditaciones como un simple ejercico de prudencia, que no se correspondería con el "auténtico" pensamiento cartesiano sobre la cuestión. Para difundir su doctrina mientras tanto publica resúmenes de su física, precedidos por un prefacio. Es el famoso "Discurso del método", seguido de "La Dióptrica", los "Meteoros" y "La Geometría", que sólo son ensayos de este método (1637). El éxito le conduce a dedicarse completamente a la filosofía. Publica en 1641, en latín, la "Meditaciones sobre la filosofía primera", más conocida como Las Meditaciones metafísicas, que somete previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne, Gassendi, Arnauld, Hobbes...) cuyas objeciones seguidas de respuestas serán publicadas al mismo tiempo. En 1640 muere su hija Francine, nacida en 1635, fruto de la relación amorosa mantenida con una sirvienta. En 1644 publica en latín los "Principios de la filosofía". La publicación de estas obras le proporciona a Descartes el reconocimiento público, pero también es la causa de numerosas disputas.
En 1643 conoce a Elizabeth de Bohemia, hija del elector palatino destronado y exiliado en Holanda. La princesa lo adopta como director de conciencia, de donde surgirá una abundante correspondencia en la que Descartes profundiza sobre la moral y sobre sus opiniones políticas y que le conducen en 1649 a la publicación de "Las pasiones del alma", más conocida como el Tratado de las pasiones, que será la última obra publicada en vida del autor y supervisada por él.
Posteriormente realiza tres viajes a Francia, en 1644, 47 y 48. Será en el curso del segundo cuando conozca a Pascal. Su fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella en febrero de 1649 para que le introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para Suecia. El alejamiento, el rigor del invierno, la envidia de los doctos, contraría su estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la madrugada para recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer escribiendo en la cama hasta media mañana, coge frío y muere de una neumonía en Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de 53 años.


Obras

1637.Discurso del método, seguido de la Dióptrica, los Meteoros y la Geometría
1641. Primera edición en latín de las "Meditaciones metafísicas" se incluyen sólo las seis primeras series de objeciones y respuestas.
1642. Segunda edición en Amsterdam, en las que se incluyen las séptimas objeciones y la carta al P. Dinet.
1643. "Epistola Renati Descartes ad celeberrimum virum D. Gisbertum Voetium" en la que Descartes responde a un escrito denigratorio editado por Voetius.
1644. Primera edición de los "Principios de la filosofía, obra dedicada a Elisabeth de Bohemia.
Edición en latín del Discurso del método con la Dióptrica y los Meteoros, pero no la Geometría
1647. Las Meditaciones. Se incluyen las respuestas a las primeras, segundas, terceras, cuartas y sextas objeciones.
Les principes de la philosophie, primera edición en francés, en París, se añade una carta prefacio.
1649. El Tratado de las pasiones.
Obras publicadas tras la muerte de descartes
El principal editor de Descartes es su cuñado Claude Clerselier. A la muerte de Descartes en Estocolmo el embajador de Francia Hector-Pierre Chanut se hace cargo de sus escritos, que envía a Clerselier, quien procede a editar algunas de sus obras y gran parte de su correspondencia:
1657. Lettres de Descartes, editadas por Charles Angot y Henri Le Gras, en París. Un segundo volumen será editado en 1659, con traducciones más o menos afortundas de su correspondencia en latín.
1664. El Tratado del hombre; y el "Traité de la formation du foetus", ambas editadas por Charles Angot y Théodore Girard.
1667. Le Monde, según el texto original, editado por Michel Bobin y Nicolas Le Gras, junto a una nueva edición del Tratado del hombre .
1668. Ediciones del "Tratado de mecánica" y del "Tratado de música", así como de nuevas entregas de la correspondencia cartesiana, a cargo de varios editores.
El resto de las obras inéditas de Descartes se publicaron esporádicamente a lo largo de los siglos XVIII y XIX, culminando en la edición de sus obras completas por Charles Adam y Paul Tannery entre los años 1897 y 1909, convertida en la obra de referencia de la bibliografía cartesiana.


Filosofía

La idea de que es necesario un método para dirigir bien la razón y alcanzar el conocimiento no es estrictamente hablando una elaboración propia y exclusiva de Descartes. Al menos debe compartir el mérito de tal creación con Bacon y Galileo. No obstante, es tan particular el uso que Descartes hace del método, y tal la influencia que ejercerá en la constitución de su pensamiento filosófico, que la asociación del problema del método con la filosofía cartesiana está plenamente justificada.
El humanismo había conseguido imponer una nueva percepción del hombre asociada a la necesidad de recuperar el saber clásico. Sin entrar en una confrontación frontal con la iglesia, y sin desmarcarse de los principales elementos del dogma, había resaltado el papel del hombre y la necesidad de considerarlo el objeto fundamental de la creación
La idea de que el método que utilizaba la escolástica había fracasado se había extendido poco a poco por toda Europa.
Descartes Comparte la idea de que la naturaleza es una realidad dinámica con estructura matemática. Comparte también la necesidad de la existencia del método dado el fracaso de los métodos anteriores en el conocimiento de la verdad. Pero tiene una interpretación distinta del significado de las matemáticas. Para Descartes el éxito de las matemáticas radica no en su estructura que hoy denominaríamos axiomática, sino en el método que utiliza. Y ese método es un método deductivo. Si el conocimiento de la naturaleza es posible gracias a las matemáticas es pensable que utilizando el método que utiliza las matemáticas se pueda alcanzar la verdad y la certeza en el conocimiento de los otros aspectos de la realidad.
Descartes, por lo tanto, comparte con Bacon y con Galileo la necesidad del método para conocer la realidad. Las críticas que Bacon y Galileo realizan a la escolástica son similares a las que realiza Descartes. El fracaso de los métodos silogísticos, el fracaso de la física aristotélica, hacen necesario un nuevo método para interpretar la realidad. Ello supone la confianza en la razón que ha ido ganando su autonomía en el paso del siglo XVI al XVII. El nuevo método además ha de tener capacidad para descubrir, no basta un método que tengan carácter meramente explicativo, que sirva para exponer o para comunicar un conocimiento. No se trata de transmitir un saber acumulado a través de la historia, sino de descubrir, de inventar. Dado que para Descartes el éxito de las matemáticas radica en la utilización de un método, parece quedar claro que el conocimiento de la verdad debe ir asociado a la utilización de un método.


Su filosofía en la actualidad

La primera repercusión importante del pensamiento de Descartes hay que buscarla en su punto de partida: su filosofía es una filosofía de la conciencia. Descartes se recluye en la soledad de su conciencia para contestar a la pregunta que inaugura la modernidad: )qué puedo conocer? Se trata, pues, de descubrir la verdad de los contenidos de la conciencia.

Esto nos plantea el problema de la objetividad de tales contenidos: )son las cosas como se nos aparecen en la conciencia? Este problema se desdobla a su vez en dos:

Somos como creemos ser? Descartes contesta afirmativamente: sabemos que somos cosas o seres pensantes, no podemos equivocarnos en cuanto al conocimiento que, como seres pensantes, tenemos de nosotros mismos. Así los contenidos verdaderos de nuestro pensamiento son aquellos de los que somos conscientes de una forma clara y distinta. Pero supongamos que nos preguntan qué sentimos por una persona y contestamos que la apreciamos muchísimo, )no podría darse el caso de que creamos que es así, pero que en el fondo, y sin ser conscientes de ello, no nos caiga nada bien e incluso la odiemos? Aquí nos habríamos apartado del planteamiento cartesiano: los verdaderos contenidos de nuestro pensamiento podrían no ser aquellos de los que somos conscientes, sino precisamente aquellos otros de los que no lo somos. Cabría la posibilidad de que lo que somos no se corresponda con lo que creemos ser. Este es el camino emprendido por las llamadas Afilosofías de la sospecha: el psicoanálisis, el marxismo y la filosofía de Nietzsche.

Es el mundo que nos rodea como creemos que es? Descartes también responde afirmativamente, basándose el la idea de que Dios ha hecho acordes las leyes de nuestro pensamiento y las de la realidad. Existe una armonía entre el ser y el pensar que constituye el fundamento de toda filosofía idealista y que se ve corroborada en la concepción galileana, y más tarde newtoniana, de que el mundo es descriptible en términos matemáticos. Esta idea se mantiene en la actualidad de múltiples formas, lo único que varía de una corriente a otra es el fundamento de dicha armonía .

Respecto al problema de la intersubjetividad de los contenidos de la conciencia, Descartes considera que, puesto que todas las conciencias funcionan del mismo modo, lo que nos aparece como evidente será válido para todos los seres conscientes. La respuesta a esta cuestión es, sin embargo, negativa para posiciones como la del escepticismo de Hume o el relativismo cultural (que, desde sus orígenes en el siglo XIX hasta hoy, considera el reconocimiento de algo como verdadero o falso depende de cada cultura) ya que niegan la posibilidad de alcanzar verdades universalmente válidas. En esta línea, una de las principales corrientes filosóficas contemporáneas, la Hermenéutica, ha señalado que la conciencia no está aislada, sino que está situada históricamente y condicionada por el lenguaje; por tanto, los prejuicios son constitutivos del conocimiento y la razón no es pura, pues cuando conocemos no podemos eliminar los factores sociales, culturales, sentimentales, lingüísticos, etc. Interpretamos siempre desde un horizonte de sentido al que pertenecemos.


Por otra parte, Descartes considera que el error nace del asentimiento de la voluntad a ideas que no están del todo claras, es decir, cuando admitimos como verdadero algo que no es indubitable. El error es fruto entonces de la voluntad. Para estar en la verdad, para asentir al pensamiento verdadero, es menester la adhesión de la voluntad. En otras palabras: para alcanzar la verdad, hay que tener voluntad de verdad. El reconocimiento de la Avoluntad de verdad como condición fundamental de la verdad teórica anticipa los requisitos morales de las modernas teorías consensuales de la verdad, como la de Apel y Habermas Además, al considerar Descartes que el error está en la precipitación que cometemos al admitir algo como verdadero (en la voluntad), se pone de manifiesto que el racionalismo tiene una confianza en el poder ilimitado de la razón, confianza que pervive en el Aespíritu científico de nuestra civilización occidental.

De especial interés es el de la principalidad que otorga Descartes a la razón frente a los sentidos. Los pensadores empiristas remarcarán el peso de la experiencia en los procesos de conocimiento; pero con Kant se creará una síntesis que establece tanto el peso de la razón como el peso de la experiencia. En los inicios del siglo XX el punto de vista empirista se exalta de nuevo con el neopositivismo. Para esta corriente de pensamiento cualquier enunciado analítico determina su verdad por medios lógicos o matemáticos; pero para el resto de enunciados, de los que se supone que son sintéticos y, por tanto informativos, se precisa de un criterio que determine cuáles de ellos cumplen con la exigencia de decir verdaderamente algo acerca de la realidad o experiencia: tal criterio se denominó principio de verificación, que identificaba verificabilidad de un enunciado y significado del mismo. Por otra parte, en nuestros días, la racionalidad es una exigencia en muchos ámbitos, no sólo en el campo de la filosofía, sino también en el de las ciencias: se exige, por ejemplo, racionalidad en los planteamientos económicos y políticos.

El modelo explicativo del conocimiento de la realidad del que parte Descarte puede ser considerado como idealista, si tenemos en cuenta que parte de la existencia de la conciencia como primer principio indudable a partir del cual deriva (de una forma poco convincente) la existencia del mundo. Otorga una primacía al sujeto del conocimiento, que abrirá paso a posteriores concepciones idealistas de la realidad, como las de Kant, Hegel o Husserl.

La metafísica cartesiana es claramente dualista: establece dos realidades heterogéneas entre sí (materia y espíritu, extensión y pensamiento) que plantean el problema de su relación recíproca. Esa diferencia es la base de la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu (aunque también puede mantenerse sin caer en el dualismo metafísico) de la que deriva la cuestión de si la metodología de las ciencias naturales es aplicable al estudio del ser humano y la sociedad. Por otra parte, la conveniencia de un método para que nuestra razón avance en la investigación que emprendemos, es algo que también forma parte del legado intelectual que todos hemos heredado de Descartes.

Esta metafísica también plantea el problema antropológico de la relación entre alma y cuerpo, en su versión contemporánea entre el pensamiento (o mente) y el cuerpo. Aunque actualmente algunos autores, como J. Eccles, han sostenidos posiciones dualistas (dualismos interaccionista), desde finales del siglo XIX han predominado las teorías monistas que consideran que los procesos mentales se explican únicamente por su base materias, localizada en el cerebro. El materialismo fisicalista ha sostenido que los procesos mentales son meros procesos fisicoquímicos o neurofisiológicos, reduciendo todo lo mental al plano físico. Otras posiciones monistas menos radicales, como el emergentismo de M.Bunge o J. Searle, que consideran que no podemos identificar los estados mentales con los físicos, aunque los procesos mentales son procesos que acaecen en el cerebro (lo mental emerge de lo físico).

Este problema también está en conexión con otro derivado del mecanicismo que regula los procesos materiales: )cómo es posible la libertad humana en un universo determinista regido por leyes inmutables?

Como hemos visto, Dios es la clave del sistema cartesiano. Cuando la razón en la modernidad entienda ilegítimo el paso de la idea de Dios a un Dios existente se concebirá un Dios ajeno a la religión y al hombre: el Dios del deísmo en la Ilustración. Y también, más tarde, la filosofía desde la autosuficiencia de la razón desembocará en diversas formas de ateísmo.
Mantienen la necesidad del diálogo como marco para ir descubriendo cooperativamente la verdad (frente a la tesis cartesiana de que la verdad se puede hallar en la intimidad de la conciencia); el objetivo es que las personas lleguen, en una situación libre de coacciones, a un consenso acerca de lo que es verdadero.
El idealismo subraya que la realidad no existe independientemente del sujeto que la conoce, cosa que no hace Descartes. Sin embargo, el recurso a la veracidad divina para afirmar la existencia del mundo exterior -que pronto será tenido como invalido- lo conducen a un idealismo al menos formalmente.

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